En el manicomio, los doctores se dieron cuenta de que habÃa demasiados locos. Entonces, hicieron un piscina vacÃa con un trampolÃn. El primer loco fue y se la pegó, el segundo también, y asà hasta el último. El ultimo miró abajo y no se tiró. «Fantástico, a este podemos dejarle irse», pensó un doctor.
Aitor Arotzena